lunes, 7 de enero de 2013

UN CUADERNO DE TAPAS DURAS

Ana Frank – Diario
Por: Fernando López Peralta


Al final, termino volviendo mi corazón, con el lado malo hacia fuera y el bueno hacia dentro, buscando siempre la manera de ser como de verdad me gustaría ser y como podría ser… si no hubiera otra gente en este mundo.

Ingresar es cosa de paciencia y hasta diría que no apta para quien padezca claustrofobia. La casa de Ana Frank es diminuta ante la cantidad de personas que lentamente la recorren, guardando singular respeto y silencio. Recorres lo que fue el negocio de su padre y avanzas hasta encontrarte con el librero que ocultaba la estrecha escalera por la que empiezas un recorrido que dejará huellas en tu humanidad, una de esas experiencias en la que la literatura, la vida, el tiempo y el espacio confabulan maravillas. Habitaciones, cocina, baño; un delicado brillo ilumina la protectora oscuridad.

Avanzas leyendo frases y explicaciones que van generando admiración y regocijo hasta llegar al momento cumbre, cuando te encuentras ante Kitty, este cuaderno de tapas duras llamado pomposamente “diario”.En ese momento recordé mi adolescencia, cuando alguna profesora de español me asignó leer EL DIARIO DE ANA FRANK, una tarea para la que no estaba preparado en aquella época. Casi una hora después, salí con un ejemplar cuya lectura inicié un par de días más tarde, mientras abandonaba el espacio aéreo holandés.

Son muchas las opiniones y críticas respecto a esta obra; empezaré por señalar que no es una novela, cierto, pero tampoco es fácil atender a su contenido como un diario cualquiera, escrito por una joven mujer.

Me he recluido en mí misma, me he mirado sólo a mí misma, y he escrito en mi diario de modo imperturbable todas mis alegrías, mofas y llantos. Para mí este diario tiene valor, ya que a menudo se ha convertido en el libro de mis memorias, pero en muchas páginas ahora podría poner: “Pertenece al ayer”.

Se dice que Ana cuenta las calamidades de su pueblo, la guerra y la ciudad en la que habían buscado refugio; también que comparte la experiencia que fue permanecer escondida durante un largo periodo junto a su familia y otros judíos en La Casa de Atrás, nombre que consideró para titular la novela que podría escribir al terminar la guerra. Lo cierto es que el diariono se concentra en nada de lo anterior sino en una joven que día a día crece dando muestras de madurez, sabiduría, frustración y ambiciones propias de cualquier ser humano.

Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías.

Es difícil aceptar que una adolescente cuenta con toda esa capacidad de análisis, comprensión, malicia e inocencia, todo al mismo tiempo; también sería injusto renegarlo, ¿por qué no? Me gustaría poder demostrar que la joven Ana Frank fue la autora íntegra de este documento que en pleno siglo XXI despierta pasiones y mantiene viva la memoria de un período histórico que marcó al mundo entero.

Creo que toda desgracia va acompañada de alguna cosa bella, y si te fijas en ella, descubres cada vez más alegría y encuentras un mayor equilibrio.

Ana es producto de un tiempo y circunstancias peculiares en un sitio cuyo atractivo es la amalgama de individualismo, albedrío, empatía, orgullo, colectividad. Amsterdam es tolerante y el holandés es noble, no es difícil aprender a disfrutar de sus calles y canales, tampoco es difícil querer a su gente ni dejarse contagiar de su espíritu liberal; eso se manifiesta con plenitud en las cartas que escribe Ana Frank a Kitty, la única amiga en la que por un largo tiempo puede compartir sus inquietudes mientras enfrenta con valentía sus temores.

Le prometeré que, a pesar de todo, perseveraré, que me abriré mi propio camino y me tragaré mis lágrimas.

Llama la atención la madurez con la que se refiere a algunos aspectos, parece demasiado madura si la comparamos con quien escribe y describe temores, burlas y alegría por cosas sencillas. Las personas que la rodean conforman una nueva familia, todos son diferentes y se ven obligados a compartir; unos son más llevaderos que otros, la amistad y el afecto brotarán por algunos, pero la oportunidad de sentirse vinculada con otros será descartada rotundamente. Amar y respetar no son cuestión de sangre.

Una y otra vez me pregunto si no habría sido mejor para todos que en lugar de escondernos ya estuviéramos muertos y no tuviéramos que pasar por esta pesadilla, y sobre todo que no comprometiéramos a los demás. Pero también esa idea nos estremece, todavía amamos la vida, aún no hemos olvidado la voz de la naturaleza, aún tenemos esperanzas, esperanzas de que todo salga bien.

Aunque entre las primeras páginas tenemos a una escritora decidida, el deseo se manifestara con fuerza más tarde y el talento se descubrirá conforme avanzamos una lectura que invita a preguntarnos por lo que realmente sucedió y buscar la verdad entredicha. Oda a la estilográfica “In memoriam”es simplemente una monumental pieza de análisis.

EL DIARIO DE ANA FRANK tiene defensores y críticos cuyos argumentos merecen ser escuchados, pero lo más importante es hacer a un lado el quién y el cuándo de la realidad para concentrarnos en un personaje muy especial; una persona condenada, como todos, por el simple hecho de nacer.

Quién sabe si algún día no me dejarán más sola de lo que yo quiero…

Produce asombro, todavía hoy, leer lo que puede sentir un ser humano en un momento difícil. Reitero, abandonemos el quién y el cuándo.

Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esta crueldad también acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial. Mientras tanto tendré que mantener bien altos mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica.

Como todos los que alguna vez han sentido el llamado de la literatura, Ana Frank siente el deseo de trascender.

¡Quiero seguir viviendo, aún después de muerta! Y por eso le agradezco tanto a Dios que me haya dado desde que nací la oportunidad de instruirme y de escribir, o sea, de expresar todo lo que llevo dentro de mí.

Solamente los comprometidos sabrán persistir ante las dificultades y superar los obstáculos, enfrentar los retos y aprovechar las oportunidades.

¿De verdad es una buena cualidad el no dejarme influenciar? ¿Está bien que siga casi exclusivamente el camino que me indica la conciencia?

El placer de la conquista está reservado a quien confía en sí y admira su trabajo.

Yo misma soy mi mejor crítico, y el más duro. Yo misma sé lo que está bien escrito, y lo que no. Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir.

Ana Frank fue joven, mujer, hija, hermana, amiga, compañera. Ana Frank no representa un género, raza o religión sino a una especie, a la humanidad. Ana Frank no es cosa del pasado, historia ni verdad absoluta -aquello no existe-. Ana Frank es un personaje, una voz, un reflejo. Hoy más que nunca, Ana Frank es esperanza.

Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres.

No es sencillo conjugar en un texto experiencias personales, sociales, políticas; la crítica de un complicado conjunto de sucesos, protagonistas y momentos. Termina uno perdiendo el hilo de la voz de la conciencia y se ve arrastrado por el subconsciente que no deja escapar nada, mucho menos al alma que inspiró palabras que reflejan vida.

No soy rica en dinero ni en bienes terrenales; no soy hermosa, ni inteligente, ni lista; ¡pero soy feliz y lo seguiré siendo! Soy feliz por naturaleza, quiero a las personas, no soy desconfiada y quiero verlas felices conmigo.
No volveré a hablar de Ana Frank como una obra literaria en conflictos de firmas, ni como un referente histórico o social. Ana Frank es una protagonista, un ser humano que existió y aunque ya no está entre nosotros difícilmente podremos olvidarla.
*Frank, Ana. Diario. DEBOLS!LLO Contemporánea. España 2012

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